Gracias, nuevos catervarios (Marta, María, Ibor, Mario). Por atreveros a entrar en esta pequeña familia de locos. Por dedicar parte de vuestro tiempo a esto del teatro. Y por contribuir a otro nuevo paso en la breve e intensa historia de este grupo.
Gracias a Séneca. Y a Plauto. Y a Aristófanes. Y a todos los dramáticos clásicos, y a la madre que los parió. Ellos no nos leen, y muy pocos los leemos, pero sin su legado esto no habría por dónde cogerlo. Y por 'esto' entiéndase 'teatro'.
Y por último, que no menos importante, gracias a vosotros. A todos los que, año tras año, función tras función, estáis al pie del cañón (y del escenario). El teatro sin el legado grecolatino no sería posible; pero sin público, ese legado de nada vale.
Ahora, agotados y felices, nos tomamos un merecido descanso... y amenazamos con volver.
¿Qué tocará el año que viene? Sólo los hados lo saben.
Hasta entonces, valete vos.
Y una vez más...
¡GRACIAS!